Cómo los ricos están aceptando el llamamiento bahá’í de ayudar a los pobres

Todos hemos notado el contraste entre las fuerzas constructivas y destructivas que actúan en nuestras vidas. Afectan a todos los aspectos de la vida, incluidas las grandes disparidades de pobreza y riqueza en el mundo, para bien y para mal.

Lamentablemente, nuestros medios de comunicación suelen cubrir las noticias negativas e incluso sensacionalistas, lo que significa que las noticias de otros muchos acontecimientos notables y edificantes y de obras filantrópicas positivas no reciben la cobertura que necesitan o merecen.

Uno de estos acontecimientos positivos, que se ha ignorado en gran medida o se ha acogido con suspicacia, es la tendencia emergente en la que un número cada vez mayor de ricos dona voluntariamente su riqueza a los necesitados. Las estadísticas muestran que un número creciente de multimillonarios, millonarios y, sí, incluso gente normal dona activamente más dinero a causas benéficas.

En nuestro mundo actual, las personas y naciones más ricas han empezado a preocuparse más por desempeñar su papel en la solución de algunos de los problemas de los pobres y necesitados.

Sin embargo, esta noticia no ha llegado a la mayoría de la gente. Muchos siguen creyendo que los ricos no se preocupan en absoluto por los pobres y que sus donaciones tienen motivos egoístas, como las deducciones fiscales. Eso es cierto en el caso de algunas personas adineradas, pero hoy en día fluye más dinero que nunca hacia organizaciones benéficas y de ayuda humanitaria, y gran parte de él procede de las donaciones masivas que hacen las personas y empresas adineradas.

Podemos considerar esta tendencia como el primer paso torpe de un niño que aprende a andar, ya que los ricos se encuentran en el territorio inexplorado de dar en lugar de recibir. Al igual que un niño que intenta caminar y se cae repetidamente, los errores forman parte del aprendizaje; sin embargo, este primer intento va en la dirección correcta, por imperfecto que pueda parecer ahora.

Por ejemplo: cuando se informó de que Bill Gates había donado 6.000 millones de dólares a organizaciones benéficas, la noticia pasó generalmente desapercibida. Pocos vieron su acto como algo positivo y digno de elogio. Esta indiferencia se produjo a pesar de las numerosas pruebas de que algunos ricos se preocupan profundamente por sus hermanos y hermanas. Hay que reconocerlo, elogiarlo y alentarlo. Como ciudadanos responsables, debemos dar crédito a quien lo merece.

Los escritos bahá’ís hablan muy claramente de la obligación moral de quienes poseen grandes riquezas y de las recompensas celestiales que aguardan a los ricos que siguen los mandatos de Bahá’u’lláh y ayudan a los pobres mediante actos caritativos. En varias de sus tablas, incluidas estas dos (abajo), Bahá’u’lláh elogió a los ricos que voluntariamente dan a los pobres:

La caridad es grata y digna de alabanza a la vista de Dios, y se la considera como un príncipe entre las buenas acciones. Meditad y recordad lo que el Todomisericordioso reveló en el Corán: «Ellos lo prefieren antes que a sí mismos, aunque la pobreza es su propio destino. Y bienaventurados aquellos que están protegidos de su propia codicia».

Visto de este modo, las benditas palabras anteriores son, en verdad, el sol de las palabras. Bendito quien prefiere a su hermano antes que a sí mismo. Ciertamente, tal hombre se cuenta, en virtud de la Voluntad de Dios, el Omnisapiente, el Omnisciente, entre el pueblo de Bahá que mora en el Arca Carmesí.

Por tanto, no todos los ricos son egoístas y desalmados. Las enseñanzas bahá’ís nos aseguran que una nueva raza de personas que ejemplifican los mejores valores humanos evolucionará gradualmente, y que los ricos empezarán a cambiar sus actitudes hacia la riqueza, encontrando la mayor satisfacción cuando gastan su riqueza en sus semejantes en lugar de acapararla o gastarla sólo en sí mismos.

Estadísticas sobre filantropía

Como ejemplo de un solo país, los estadounidenses y las organizaciones con sede en EE.UU. donaron unos 484.850 millones de dólares a organizaciones benéficas nacionales en 2021. Esa cifra aumentó un 4% con respecto a los 466,23 mil millones de dólares estimados el año anterior, según Giving USA, como informó la Escuela de Filantropía de la Familia Lilly. Algunos de los estadounidenses más ricos donaron hasta 15.000 millones de dólares durante el año, lo que representó el 5% de todas las donaciones de particulares.

Algunos de los datos más destacados del informe anual de Giving USA:

Unos 326.870 millones de dólares en donaciones de particulares.

Unos 90.880 millones de dólares de fundaciones y otras organizaciones.

Más de 46.000 millones de dólares en legados, que se realizan a través de fideicomisos y testamentos.

Más de 28.000 millones de dólares en donaciones de empresas.

El Giving Pledge

El Giving Pledge, iniciado en 2010 por Bill Gates, Melinda French Gates y Warren Buffett, pretende que los multimillonarios donen más de la mitad de su fortuna a obras benéficas. Esta promesa ha establecido un nuevo estándar de generosidad entre los más acaudalados: hasta la fecha, 230 multimillonarios de 28 países han firmado el compromiso.

Hoy, más que nunca en la historia, la negatividad ha oscurecido la mente de la gente. Frente a esa fuerza, nuestro deber moral es recordarnos a nosotros mismos y a los demás las acciones positivas cotidianas que nos rodean, y magnificarlas para contrarrestar las fuerzas negativas. También los ricos necesitan nuestro apoyo y aliento. ¿Quién puede juzgar y decir que los ricos no tienen corazón? Como han demostrado recientemente muchas personas adineradas, es posible sentirse atraído por la misericordia de Dios siguiendo el consejo de Abdu’l-Bahá:

El hombre alcanza la perfección por medio de las buenas acciones, realizadas voluntariamente, no por buenas obras que le son impuestas. Y compartir es una acción justa de decisión personal: es decir, el rico debe ofrecer su ayuda al pobre, debe gastar sus bienes en favor del pobre, mas por su propio libre albedrío, y no porque el pobre haya obtenido esto por la fuerza. Pues la cosecha de la fuerza es el tumulto y la ruina del orden social. Por el contrario, la partición voluntaria, el libre desembolso de los propios bienes, conducen a la comodidad y la paz de la sociedad.