¿Debemos justificar nuestros gastos?
En la actualidad la respuesta es no. ¿Por qué? Porque es dinero que he ganado, y es mío para gastarlo como quiera.
Quienes parten de esta premisa entienden que el mundo entero ha sido creado para ellos, creencia que pueden respaldar con toda una suerte de escritos, filosofías y movimientos. Uno de ellos, el hedonismo, constituye una escuela de pensamiento que argumenta que el placer y la felicidad son los bienes primarios e intrínsecamente más importantes, y que estos constituyen la meta propiamente dicha de la vida humana. El hedonista procura maximizar el placer neto (el placer menos el dolor), pero cuando finalmente se consigue ese placer, bien a través de bienes intrínsecos o extrínsecos, la felicidad resultante se mantiene estacionaria.
El hedonismo ético afirma que todas las personas poseen el derecho de hacer cuanto esté en su poder por lograr la mayor cuantía de placer posible a su alcance. También sugiere la noción de que el placer conseguido debería exceder con creces la cantidad de dolor experimentada por la persona. El hedonismo ético supuestamente se originó con Aaristipo de Cirene, estudiante de Sócrates, quien sostenía la idea de que el placer constituye el máximo bien.
El hedonismo es una filosofía secundaria del utilitarismo, escuela que viene a afirmar que debe actuarse de forma que se maximice la utilidad. Los hedonistas equiparan el placer con la utilidad, en la creencia de que el placer es amo y señor de la humanidad, y que constituye la meta vital última.
Aunque la humanidad no sigue esta filosofía hasta sus consecuencias extremas, no obstante por lo general el individuo siente que responder o tratar de justificar los gastos personales atenta contra sus derechos fundamentales…, y yo concuerdo con ellos.
Veámoslo de esta forma: ¿Qué ocurriría si sólo justificamos nuestro gasto en conciencia? De este modo nadie tiene conocimiento de ello. De hecho, solemos hacerlo porque en el mundo existe la pobreza extrema y es un hecho que no se hace gran cosa por remediarla. Al tratar de justificar espiritualmente todo gasto, conscientes de que existe tanta pobreza en el mundo actual, reconocemos que debemos responder ante nuestra conciencia por todo gasto innecesario. Pues bien, se nos ha recomendado que seamos frugales en nuestro gasto. Por tanto, sería muy ventajoso que pudiéramos crear en nosotros mismos este «policía» o «auditor» encargado de supervisar los gastos que efectuamos.
“Verdaderamente, habiendo algunos enormemente ricos y otros lamentablemente pobres, es necesaria una organización para regular y mejorar tal estado de cosas. Es importante limitar la riqueza, como también es importante limitar la pobreza. Ninguno de los dos extremos es bueno. Lo más deseable es asentarse en un término medio. Si es justo que un capitalista posea una gran fortuna, es igualmente justo que sus trabajadores tengan los medios suficientes para vivir.
No debería existir un financiero con una colosal riqueza mientras cerca de él haya alguien en extrema necesidad. Cuando vemos que la pobreza alcanza los límites del hambre, es un signo seguro de que en alguna parte existe tiranía. La humanidad debe implicarse de lleno en este asunto, y no demorar por más tiempo la modificación de las condiciones que causan la miseria de la tiranía de la pobreza a un gran número de personas. Los ricos deben dar una parte de su abundancia, deben enternecer su corazón y cultivar una inteligencia compasiva, pensando en aquellos infelices que carecen de lo más necesario para la vida” . -‘Abdu’l-Bahá, La sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, pp. 184–185.
No hay poder en el mundo que sea capaz de forzar a las personas a reexaminar su conducta en cuanto a gastos se refiere, excepto el poder de nuestra propia conciencia. Hacerse consciente del nivel de pobreza de nuestros congéneres nos permite a usted y a mí reconsiderar la forma en que realizamos nuestros gastos, dificultando que se le dé un destino dedicado a satisfacer necesidades superfluas de la vida y posibilitando su dedicación a los demás.
Las Enseñanzas bahá’ís son muy claras en cuanto a las consecuencias que se derivan de no actuar en auxilio de los pobres. Y ello puede utilizarse como símbolo o recuerdo que nos fuerce a pensar dos veces antes de realizar ningún gasto. De este modo, habremos mostrado máxima consideración y empatía con los demás, y nos habremos labrado las recompensas espirituales con las que nutrir nuestra alma.
“Sabed que los pobres son el fideicomiso de Dios entre vosotros. Cuidaos de que no traicionéis Su fideicomiso, que no procedáis injustamente con ellos y que no transitéis por los caminos de los pérfidos. Con toda seguridad, seréis llamados a dar cuenta de Su fideicomiso en el día en que se establezca la Balanza de la Justicia, día en que cada cual recibirá lo que merezca, en que se pesarán los hechos de todos, ricos y pobres”. -Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p.118.5
Creo que debemos volvernos espiritualmente más conscientes, sin llegar a necesitar siquiera del policía de nuestra conciencia y ello porque comprenderemos que sobre nosotros pesa una importantísima responsabilidad y deber de velar por los pobres y necesitados, asegurándonos de que se les atiende y viven felizmente. Es un deber que Dios nos encomienda. Al velar por ellos, damos un paso hacia la unidad de la humanidad y hacia una sociedad en la que la pobreza dejará de ser.