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Mis Dos Comunidades Bahá’í

Como bahá’í, pongo mucho tiempo y energía en las actividades de mi comunidad bahá’í. Además, estoy muy involucrado con la comunidad en general, lo que crea un conflicto dentro de mí.

¿Alguna vez ha tenido un dilema interior como este? ¿Tiene un grupo de amigos que amas y otro grupo que también amas, pero los dos grupos no se encuentran a menudo?

Mi participación continua en la comunidad en general se ha prolongado durante años — pero aún así no he encontrado una solución a mis sentimientos de inquietud de que me estoy quedando corto como bahá’í. Últimamente he estado intentando simplificar este dilema para poder comprenderlo plenamente.

Supongo que todo se reduce a cómo nos definimos unos a otros. Después de todo, ¿quién es bahá’í, cristiano, musulmán, hindú, budista o ateo? ¿Qué pasa con aquellos que no creen ni pertenecen a ninguna religión organizada?

Recientemente, después de leer una cita de las enseñanzas bahá’ís de una charla que Abdu’l-Bahá dio en Londres, se encendió la luz y me di cuenta de algo. Me di cuenta de que tengo dos comunidades bahá’ís y no sólo una:

“No importa si has oído hablar de Bahá’u’lláh. El hombre que vive la vida de acuerdo con las enseñanzas de Bahá’u’lláh ya es bahá’í. Por otro lado, una persona puede llamarse a sí misma bahá’í durante cincuenta años, pero si no vive la vida no es bahá’í.”

Las enseñanzas bahá’ís reconocen que lo más importante no es como te llames; tus acciones hablan. Esto se aplica a personas de todas las religiones e ideologías, enfatizando las acciones y no los ideales de los seguidores.

Esta nueva comprensión me ayudó a liberarme y experimenté una alegría que no había sentido en mucho tiempo. El sentimiento de soledad al vivir en una pequeña comunidad bahá’í se transformó en una visión de mí mismo como parte de una enorme comunidad en la que trabajo y me ofrezco como voluntario, conociendo a tantas almas hermosas y empeñándome por el mejoramiento del mundo.

Esta comprensión cambió por completo mi visión de lo que significa la comunidad para mí.

Ahora siento que pertenezco a una comunidad más grande— incluyendo a miles de personas con quienes comparto una causa común, quienes son una parte vital de mi vida y se han convertido en una clase de mi familia extendida.

Mi nueva libertad me inspiró a escribir este artículo, como recordatorio del remedio para afrontar la soledad. El gran asesino del mundo, que ataca las almas de millones, es la soledad. Tu familia, nos aseguran las enseñanzas bahá’ís, es toda la raza humana. Sal, conócelos y olvida tu soledad.

¿Soy un optimista que ignora las realidades que lo rodean, realidades como que el mundo se está desmoronando y la miseria está por todas partes, en las que la pobreza, las guerras, los conflictos y la difusión de información errónea quitan la esperanza a millones de personas? No lo creo. Mi visión optimista proviene de la lectura de los escritos bahá’ís, con la promesa de Bahá’u’lláh de la inevitable unidad de la humanidad, que resolverá nuestros problemas y asegurará un futuro brillante:

“La expresión de Dios es una lámpara cuya luz son estas palabras: Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una misma rama. Trataos unos a otros con el mayor amor y armonía, con amistad y compañerismo. ¡Aquel que es el Sol de la Verdad es Mi testigo! Tan potente es la luz de la unidad que puede iluminar a la tierra entera. El único Dios verdadero, Quien conoce todas las cosas, atestigua Él Mismo la verdad de estas palabras. Esforzaos para que podáis alcanzar esta trascendente y muy sublime posición, la posición que puede asegurar la protección y seguridad de toda la humanidad. Esta meta supera a todas las demás metas y esta aspiración es la reina de todas las aspiraciones.”

Cuando la religión es sólo una etiqueta o una herencia, se toma a la ligera y se acepta sin investigación ni reflexión. Cuando los seguidores de diferentes religiones se identifican con un sentimiento de orgullo por pertenecer a una fe y están dispuestos a matar o ser asesinados, ignoran los principios fundamentales de su fe tal como están escritos en sus Libros Sagrados.

Intento no caer nunca en esas categorías; mi fe me recuerda la esencia de ser bahá’í. Abdu’l-Bahá escribió:

“…»Bahá’í» no es solo un nombre, sino una verdad. Cada niño debe ser adiestrado en las cosas del espíritu, para que encarne todas las virtudes y llegue a ser una fuente de gloria para la Causa de Dios. De otro modo, la mera palabra «Bahá’í», si no produce fruto, se reducirá a nada.”

Estos sabios pasajes me han ayudado con alegría a darme cuenta de que tengo dos comunidades bahá’ís. Una es mi vida en el contexto de mi Fe a través de reuniones, celebraciones, estudio y oración. Mi “otra” comunidad bahá’í es aquella que vive y ejemplifica las enseñanzas espirituales de la Fe bahá’í— y de todas las religiones, ya que todas, en esencia, tienen el mismo mensaje de amor, unidad y servicio a los demás.

Esta conciencia me ha animado a percibir a amigos, colegas y vecinos con ideas afines que viven una vida bahá’í como mis compañeros bahá’ís. Qué bendición pertenecer a dos comunidades que pueden parecer diferentes en la superficie pero que son iguales en espíritu.

Cuando las crisis envuelven al mundo, cuando la esperanza para el futuro disminuye, los escritos bahá’ís nos recuerdan la unidad de la religión— y que el simple hecho de nombrarse parte de la propia fe sin seguir sus enseñanzas constituye una afirmación falsa y sin sentido. La humanidad es una familia creada por el mismo Dios de todas las religiones, sin importar el nombre que se le dé a Dios.

Nuestra familia humana espera su participación para conectarse y construir un futuro brillante. El futuro de la humanidad depende de nosotros, y si podemos afrontar todos los desafíos con amor, cooperación y unidad, podremos aprender a ver todas las religiones como una y a la humanidad como una diversa familia.