Por qué las lecciones de COVID-19 me dan esperanza para la unidad global

Cuando era niño, mis padres me enseñaron que el objetivo de mi fe, la Fe Bahá’í, era la unidad de la humanidad, y mi deber principal era servir a la humanidad para lograr ese objetivo. Incluso cuando era niño, entendí que era un trabajo importante y pensé que todos lo verían de esa manera.

Para motivarme, memoricé citas sobre la unidad de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, como estas:

Sois todos las gotas de un único océano, el follaje de un solo árbol.

Sed como los dedos de una sola mano y los miembros de un mismo cuerpo.

Pronto la sociedad me enseñó que estas ideas eran solo para soñadores que no entienden la vida de las personas y los problemas reales del mundo. Sin embargo, a medida que crecía, nunca cuestioné mi objetivo. Me volví cada vez más consciente de los obstáculos. Sabía que había problemas graves, pero creía que podríamos encontrar soluciones si la humanidad realmente lo intentara.

Hay muchas razones por las que la humanidad ha optado por ignorar la pobreza y la erradicación de enfermedades, solo por nombrar dos de estos problemas. La razón principal es la falta de voluntad, a pesar de que todas las grandes religiones, poetas y pensadores han defendido la necesidad de solucionar dichos problemas a lo largo de los siglos. Vi este razonamiento como una excusa para ni siquiera intentar cambiar las cosas.

Sin meterme en el lado político, me he centrado en la voluntad de encontrar una cura. La forma en que el mundo ha lidiado con COVID-19 al encontrar una vacuna en poco tiempo ha demostrado que cuando deseamos algo desesperadamente, encontramos la manera de conseguirlo sin importar lo difícil que sea.

A pesar de los serios problemas para encontrar una cura para COVID-19 y fabricar una vacuna, fue sorprendente observar la eficiencia con la que los diferentes gobiernos se comunicaban y compartían información. ¡Qué rápido se eliminaron todas las barreras y obstáculos! Cómo cooperaron los gobiernos del mundo y, lo que es más importante, trabajaron voluntariamente con las empresas productoras de vacunas.

Los gobiernos hicieron todo lo posible por estar al servicio y los deseos de los fabricantes de vacunas. Por parte de los fabricantes, redujeron la burocracia, simplificaron todos sus procesos y rápidamente idearon una vacuna eficaz. Es histórico lo que han logrado y la rapidez con que lo han producido y probado.

A medida que se desarrollaban las vacunas, las deliberaciones más impresionantes, para mí, fueron las discusiones sobre cómo las naciones en proceso de desarrollo no deberían quedarse atrás en términos de acceso a la vacuna por motivos de asequibilidad. Eso demostró una conciencia y simpatía por las naciones que no tienen la tecnología ni los recursos financieros. Hemos demostrado que la humanidad puede hacer frente a grandes problemas y superarlos cuando aprovechamos nuestra humanidad y resolvemos los problemas que amenazan al mundo.

Como explico Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado durante un discurso en 1912 en la ciudad de Nueva York:

“Reflexionad cómo nada que no sea un poder espiritual puede inducir esta unificación, pues las condiciones materiales y los aspectos mentales son tan ampliamente diferentes que el acuerdo y la unidad no son posibles por medios externos. Sin embargo, es posible, que todos se vuelvan unidos mediante un solo espíritu, del mismo modo que todos reciben luz de un solo sol. Por tanto, asistidos por el Centro colectivo y divino que es la ley de Dios y la realidad de Su Manifestación, estamos en condiciones de superar estas condiciones hasta que desaparezcan por completo y las razas avancen–” ‘Abdu’l-Bahá, Charlas en Nueva York, página 80

 

Ha llegado el momento de comprender que la unidad de la humanidad no es un sueño o un lema vacío, sino un elemento esencial para afrontar nuestros problemas. Necesitamos seguir uniéndonos utilizando un enfoque internacional en lugar de una visión estrecha del nacionalismo. Esta pandemia, como el problema del medio ambiente, hizo que las fronteras entre países fueran irrelevantes. Si ampliamos nuestro horizonte, no será a costa del amor a nuestra patria. Demuestra que amamos a nuestro país y queremos que prospere y prospere junto con el resto del mundo. Como escribió Bahá’u’lláh hace casi 150 años, “Gloria no en el amor por tu país, sino en el amor por toda la humanidad”.

La tarea urgente ahora es llamar la atención del mundo sobre la importancia y la urgencia de unirnos como una sola familia humana para que con nuestras energías colectivas podamos hacer frente a los desafíos que enfrentamos. Está claro que muchos problemas mundiales no habrían comenzado si hubiera habido unidad y cooperación entre las personas y los gobiernos del mundo.

El Creador del universo desea que su gente viva en armonía y paz. Ha llegado el momento de aceptar este hecho fundamental de que la supervivencia y la prosperidad del mundo dependen de la unidad de su pueblo. La ciencia y la tecnología han creado las herramientas para la unificación del mundo, y esta pandemia demostró cuán estrechamente estamos conectados y cómo estamos juntos en él. La tecnología ha eliminado las barreras físicas y ahora tenemos que eliminar las barreras en nuestros corazones y mentes y vernos a nosotros mismos como una raza, un pueblo y una familia.

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