El significado espiritual de la riqueza

Una de las mayores fuerzas motrices del mundo es el deseo de riqueza. Se han librado muchas guerras a causa del dinero y se han perdido millones de vidas en su búsqueda. Cada aspecto de la vida moderna está bajo su hechizo, y sin embargo no podemos definirla. La riqueza y el dinero significan diferentes cosas para diferentes personas, y sirven diferentes propósitos.

Investopedia define la riqueza como: “el valor de todos los bienes de valor que posee una persona, comunidad, compañía o país. La riqueza se determina tomando el valor total de mercado de todos los activos físicos e intangibles que se poseen, y restando luego todas las deudas. Esencialmente, la riqueza es la acumulación de recursos. Se dice que determinadas personas, organizaciones y naciones son ricas cuando son capaces de acumular muchos recursos o bienes valiosos”.

En un lenguaje simple, significa todas las posesiones mundanas que una persona ha acumulado. En términos económicos, la riqueza se explica de muchas maneras: el valor neto para las personas y el producto nacional bruto “PNB” para los países.

Antes de que se introdujera el dinero, las diferentes sociedades tenían sus sistemas de intercambio para crear riqueza y utilizaban el trigo, el arroz, la sal y las cabezas de ganado. La plata y el oro se usaban antes de que las monedas nacieran, y desde entonces, el dinero se ha convertido en el medio más común para medir la riqueza.

Considerando todo eso, he estado pensando en cómo definir la riqueza desde un punto de vista bahá’í. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, escribió:

La esencia de la riqueza es el amor por Mí; aquel que Me ama es el poseedor de todas las cosas y aquel que no Me ama se cuenta, de hecho, entre los pobres e indigentes. Esto es lo que ha revelado el Dedo de Gloria y Esplendor. – Las tablas de Bahá’u’llah.

 Esta es la definición espiritual de la verdadera riqueza. Entiendo que significa que adquirimos riqueza espiritual cuando nos esforzamos por desarrollar virtudes – virtudes como la confianza, la veracidad, la firmeza, la compasión, la honestidad, el honor, la oración, etc.

Si pasamos nuestras vidas desarrollando virtudes, tendremos algo que mostrar cuando nuestro tiempo en este mundo de existencia material llegue a su fin, ya que estas cualidades desarrolladas nos ayudarán en nuestra próxima etapa de existencia.

El desarrollo de estas virtudes afectará naturalmente nuestras vidas financieras y materiales. Por ejemplo, en lo que se refiere a la confiabilidad, Bahá’u’lláh dijo:

La confiabilidad es el más grande portal que conduce a la tranquilidad y seguridad de los pueblos. En verdad, de ella ha dependido y depende la estabilidad de todo asunto. Todos los dominios del poder, de la grandeza y la riqueza están iluminados por su luz.

 Cuando se trata de una perspectiva bahá’í sobre la riqueza y el dinero, se me vienen a la mente muchas formas diferentes de pensar sobre el materialismo. Por un lado, Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, nos dice que no hay nada malo en ser rico o querer ser rico.

La riqueza es digna de elogio en máximo grado, si la persona la adquiere por su propio esfuerzo y por la gracia de Dios, mediante el comercio, la agricultura, las artes e industrias, y si es dedicada a propósitos altruistas. Pero, sobre todo, si una persona juiciosa y llena de recursos acomete medidas que redunden en el enriquecimiento universal de las masas del pueblo, no habría empresa mayor que ésta y figuraría a los ojos de Dios como un logro supremo, pues tal benefactor atendería a las necesidades y garantizaría la comodidad y bienestar de una gran multitud. La riqueza es muy encomiable, siempre que toda la población sea rica.

 Bahá’u’lláh nos recordó el propósito de la riqueza y cómo debe ser utilizada en estas palabras:

¡OH HIJOS DEL POLVO! Advertid a los ricos del suspirar de los pobres en medio de la noche, para que la negligencia no los conduzca al sendero de la destrucción y los prive del Árbol de la Riqueza. Dar y ser generoso son de Mis atributos; bienaventurado es aquel que se adorna con Mis virtudes.

 Basándome en mi comprensión de estas citas, veo la riqueza como una herramienta asombrosa para el servicio a la humanidad, y no he rehuido recurrir a mis habilidades dadas por Dios para esforzarme en crear riqueza con esto en mente.

Sin embargo, al esforzarme por ganar dinero, también trabajo en desprenderme de él y continuamente recuerdo mi propósito de buscar la riqueza espiritual. Bahá’u’lláh nos advirtió:

¡OH HIJO DEL SER! No te ocupes con este mundo, pues con fuego probamos el oro y con oro probamos a nuestros siervos.

 El mundo materialista y capitalista en el que vivimos trata de convencernos de que no hay un objetivo más alto en la vida que comprar y consumir. En estos tiempos confusos en los que “el cáncer del consumismo” se ha apoderado de la humanidad, las enseñanzas bahá’ís nos dicen que miremos la riqueza y la vida de manera diferente. En lugar de vivir únicamente para maximizar nuestro placer, podemos hacer todo lo posible por amar al Creador y buscar el placer de Dios, y por lo tanto amar su creación – la humanidad. En lugar de centrarnos solo en la satisfacción personal, podemos tratar de desprendernos de nosotros mismos y centrarnos en un propósito más elevado. En este sentido, seremos verdaderamente ricos.

Abdu’l-Bahá sugirió cómo prepararse para el final de nuestras vidas. Dijo que deberíamos ser como un pasajero con las maletas listas para el viaje espiritual, desapegándonos cada vez más  de este mundo material. Al final de la vida, la riqueza pierde su brillo y su encanto, y lo único que satisfará nuestra alma será el hecho de que entendamos el verdadero significado de la riqueza y utilicemos nuestra riqueza material para el bien de los demás.

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