La conexión entre los principios espirituales y la planificación financiera
A menudo los jóvenes o sus padres me han preguntado cómo deberían planificar el inicio de su viaje económico. Es un viaje que ha causado la ruina de muchos individuos sabios y espirituales al hundirse en las profundidades del océano sin fondo del materialismo.
No hay nada de malo en planificar una vida financiera exitosa y hacerse rico, siempre que nos demos cuenta de que la riqueza puede ser una herramienta hermosa dada por Dios para apoyar a nuestras familias y brindar servicio a la humanidad. El énfasis debe ser que es una herramienta y no el objetivo de nuestra creación.
Abdu’l-Bahá, una de las figuras centrales de la Fe bahá’í, escribió que:
“La riqueza es digna de elogio en máximo grado, si la persona la adquiere por su propio esfuerzo y por la gracia de Dios, mediante el comercio, la agricultura, las artes e industrias, y si es dedicada a propósitos altruistas. Pero, sobre todo, si una persona juiciosa y llena de recursos acomete medidas que redunden en el enriquecimiento universal de las masas del pueblo, no habría empresa mayor que ésta y figuraría a los ojos de Dios como un logro supremo, pues tal benefactor atendería a las necesidades y garantizaría la comodidad y bienestar de una gran multitud. La riqueza es muy encomiable, siempre que toda la población sea rica”
Podemos enseñar a la próxima generación a planificar su futuro y no sentirse culpable por adquirir riquezas, siempre que incluyan la espiritualidad en sus planes financieros. Un plan financiero equilibrado cuenta tanto con metas materiales como aspiraciones espirituales. Un plan como este tiene el potencial de guiar a los jóvenes al pleno disfrute del fruto de su arduo trabajo a través del éxito económico y espiritual.
La presión para planificar el futuro en nuestro mundo materialista es un gran desafío incluso para adultos maduros, por lo que debe ser más desafiante para los jóvenes. Con tantas crisis en el mundo de hoy, es difícil para muchos jóvenes imaginarse a sí mismos en el futuro y ver su lugar en él. Pienso en ellos y me preocupo por su futuro, un futuro que aparentemente no será tan brillante como lo fue para mí. Sumado al sentimiento ancestral de no ser tomados en serio por las generaciones mayores, enfrentan desafíos ambientales, menos oportunidades laborales y falta de seguridad laboral. Esta pandemia también es un recordatorio de que pueden enfrentar más desafíos de ese tipo en el futuro.
En muchos países, los padres planean que sus hijos se conviertan en médicos, ingenieros o sigan el negocio familiar. Aquí en Occidente, la tendencia es planear ganar mucho dinero. De esta manera, los padres han decidido el plan de vida de su hijo para ellos, y este sistema de apoyo está desactualizado. Mi corazón está con los jóvenes que, presionados por las viejas costumbres, están tratando de trazar su camino hacia el futuro.
Los padres también pueden no enseñarles a sus hijos el concepto de gratificación retrasada. Aquellos que practican la gratificación retrasada demuestran un propósito bien definido en la vida y la necesidad de lograr metas que valgan la pena. La gratificación retrasada significa aceptar la conciencia del viaje de la vida como algo largo y planificarlo. Como dijo el orador motivacional canadiense Brian Tracy, “La capacidad de disciplinarse para retrasar la gratificación a corto plazo a fin de disfrutar de mayores recompensas a largo plazo, es el requisito previo indispensable para el éxito”. Hablando de niños, Abdu’l-Bahá, una de las figuras centrales de la Fe bahá’í, aconsejó a los padres que “los acostumbren a las dificultades” con amor. Él escribió:
“ Mientras los niños se hallen todavía en su infancia, alimentadlos en el pecho de la gracia celestial, criadlos en la cuna de toda excelencia, educadlos en el abrazo de la munificencia. Haced que obtengan provecho de toda clase de conocimiento útil. Dejadles participar en todo oficio o arte nuevo, extraordinario y maravilloso. Educadlos en el trabajo y el esfuerzo, y acostumbradlos a las privaciones. Enseñadles a dedicar la vida a cosas de gran importancia, e inspiradles a emprender estudios que han de beneficiar a la humanidad.”
Pero para resguardar a sus hijos, los padres pueden evitar crear tales condiciones y buscar proteger a sus hijos de cualquier forma de dificultad. Además, el sistema educativo, que debería estar preparando a los jóvenes para el futuro, parece estar fallando. Muchos de mis ex-alumnos confesaron que sus años en la escuela fueron en vano porque no aprendieron los conceptos básicos de la vida económica y cómo planificar un camino económico práctico para su futuro.
Lamentablemente, el sistema educativo se ha convertido en un trampolín para el éxito material sin tener en cuenta otros aspectos de la vida de los jóvenes: los aspectos morales y espirituales. Su escolarización puede llevarlos al éxito material, pero a costa de sus deberes espirituales y humanos para con ellos mismos y la humanidad en su conjunto. Se convierten en individuos unilaterales que han puesto todas sus energías en logros materiales, olvidándose de nutrir sus almas. ¿Por qué? Porque cuando trazan su futuro, no consideran sus metas espirituales.
Recuerdo esta cita de Abdu’l-Bahá:
“El hombre necesita dos alas. Una es el poder físico y la civilización material; la otra es el poder espiritual y la civilización divina. Con una sola ala, el vuelo es imposible. Las dos alas son esenciales. Por tanto, no importa cuánto avance la civilización material, no podrá lograr la perfección sino a través de la elevación de la civilización espiritual.”
El beneficio más significativo de un plan económico equilibrado en la vida es que no importa quién traza las metas financieras, ya sean los padres o las tendencias sociales, los jóvenes tienen el poder de adjuntar sus metas espirituales y morales. En caso de que sus metas financieras fracasen, las metas espirituales pueden darles la tranquilidad de que no desperdiciaron el precioso regalo de la vida de Dios persiguiendo sólo objetivos económicos.
Las metas espirituales también les ayudan a evitar las trampas materiales del mundo.
Podemos ofrecer a nuestra generación joven el mejor regalo recordándoles que no deben olvidar sus metas, deberes y obligaciones espirituales y asegurarse de que un plan espiritual sea una parte integral de su planificación económica futura.